Esa frase estaba anclada y ni el más fuerte huracán de todos haría que esa idea se fuera. Parecía fuerte, pero tan solo sabía ponerse miles de caretas para engañar a la realidad. Nunca te fíes de las apariencias, o eso me decían de pequeña.
No se sentía agusto porque se había engañado tanto que ya ni se conocía a ella misma, era una desconocida mirándose al espejo mientras odiaba aquel reflejo borroso que hacía temblar sus lagrimales. Se sumergió en una rutina entre tinieblas y viejos recuerdos metidos dentro de su cama.
"Ya está bien" se dijo la noche en la que decidió romper con los esquemas y salir de esa monotonía. Dibujar la sonrisa lo más perfecta que podía, armarse de valor y plantarle cara a la vida. Eso debía hacer. Callar esos gritos en su cabeza que no le hacían nada más que cohibirla, dejar de lado todo esos pensamientos oscuros y coger fuerza. Empezar a coger vuelo para sobrevolar tu vida, empezar a vivirla y conocerse. Saber que ella no era perfecta, pero que podría ser mucho más feliz de aquellas que se consideraban así. Poder con todo lo que se le ponga por delante, con la sonrisa que precisa el momento, sin planes, y afrontando la realidad.