martes, 25 de noviembre de 2014

Un tal 9 de Julio, dicen.

Dos miradas que se cruzan en una oportunidad no perdida por medio segundo. Entre miles de personas, apareces y yo dejo de respirar por un segundo, das un vuelco a mi corazón con tu sonrisa mientras aún intento recuperarme de ello. A pesar de que el tiempo pase, aquel sentimiento calcó tanto en mí que aún sigue conmigo, ahora y siempre. El sol te iluminaba, como si fueras esa rosa roja que aprende a crecer más que el resto, queriendo ser diferente, tú. Como si fueras a por todas, sabiendo que lo conseguirías, sin ningún tipo de reproche, sin nada que te parase. Tenías una comisura que invitaba a bailar con ella intentando no pisarte los pies, o en este caso, a no besarte. Pero con mi torpeza y esas ganas, te aseguro que me tropezaría con tu beso. El beso. Me miras y no aguanto tu mirada, cabizbaja pensándote, pretendo llamar tu atención aunque no pueda causar gran cosa en ti. Y ahí estabas, miradas esquivas, efímeras y enamoradizas. Ese fue el mejor día de mi vida, cuando pude cruzar alguna que otra mirada contigo. Todavía te guardo aquí, y no te olvido.

Pero llegas tú y arrasas con todo.

Yo antes era fuerte, sin debilidades
Pero llegas tú y destruyes eso.
Te atribuyes el título de mi única debilidad,
Y eso no se lo hubiera permitido a nadie, con sinceridad.

Pretendía ser fuerte ocultándome con el humo
Entre calada y calada, con cara dura.
Pero te veo ahí y no puedo,
Sonríes y la herida quiebra.

Me miras y yo ya me pierdo.
Tú mirada haciendo de las suyas
Con mi sonrisa de miedo,
Mientras tú vienes a hacerme tuya.

El cigarro se consume entren sonrisa y sonrisa
Que me obliga a entretenerme en tu comisura,
Esa que acabará volviéndome loca buscándote,
Esa que acabará con mis sueños, soñándote.

Y aquí estas, frente a mí
Con todas las consecuencias que eso lleva
A querer tenerte aquí y no allí,
A querer tenerte entre mi boca, a mi vera.

Ya es tarde para desprenderme de tus besos.
No hay nada que haga cambiar de opinión 
A esta cabezota que no quiere otros huesos
Con los que acostarse en un sueño eterno, sin discusión.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Mi más sentido bésame.

Ahí estás, te tumbas en mi cama sin tener en cuenta que fumo por calmar mis ganas de ti. Esos nervios que me matan prefiriendo estallar en un beso o gemido, en las ganas de quitarte la ropa y hacer de ti pura poesía en esta noche de luna llena. Provocas, me provocas una sonrisa entre el humo mientras intento no morderme el labio para evitar enseñarte que eres mi punto débil. Esta vez y siempre. Por favor, no sonrías, que me vuelves loca. Pero ahí estás, sonriendo y ya mi interior empieza a sentirte, a poner mi respiración a correr contracorriente en una lucha interna por ti. ¿Qué tendrás? Podría hacerme miles de preguntas retóricas sobre tí que no tendrían respuesta alguna porque no la hay, es algo inexplicable, complicado, pero me gusta. Esta noche podré contar todos tus lunares y poder besar cada uno de ellos, enamorarme aún más de tu cuerpo. A la luz de la luna tu cuerpo es como una estrella que sigue el canon de perfección de un universo un tanto lejano pero perfecto. Nunca pensé que llegaría a ver una estrella tan de cerca, de poder ver algo tan perfecto con mis propios ojos porque antes de que rompieses mis esquemas, nunca había visto tanta perfección acumulada en un mismo cuerpo y alma.