Me he quedado aquí abajo a vivir, como si estuviera atrapada en un ataúd, he tocado fondo. Frío. Dentro de mi solo hace frío, no hay nada más. Estoy a menos cuarenta grados bajo cero, y dicen que sólo un corazón ardiente puede llegar a aguantarlo. Un corazón algo solitario que se autodestruye para evitar que otros sienta lo que él siente. Vacío y más vacío. Frío. Silencio. Nada. No hay nadie que me salve, ni la poesía va a lograr salvarme esta vez. Supongo que busco algo, huellas que me guíen, algo que me devuelva la esperanza de que vivir vale la pena y que me quitaron hace ya un tiempo.
Las cicatrices que llevo siempre conmigo me recuerda mi debilidad, el hecho de que no soy tan fuerte como creía y que no se muy bien como tener todo bajo control. Supongo que eso de las cicatrices y todo lo que ello conlleva es una manera de escapar del día a día, del dolor, de la soledad. Puede sonar irónico crear una pequeña autodestrucción para sentirte mejor o en paz con el resto del mundo.
No intentes entenderme, yo tampoco lo hago, nadie puede. Tal vez porque prefiero no decir lo que realmente siente esté de aquí de la izquierda, o lo que mi cabeza puede llegar a pensar. No, en realidad me asusta que cualquiera de vosotros pudiera saber lo que pasa por ella. Sentirse como una colilla entre unos labios al fumar, eso dice la canción y qué razón lleva. Sentirse que te estas consumiendo poco a poco, que acabarás pisoteada por cualquiera que pase por tu lado. Que en realidad, sólo perjudicas a aquel que te tiene, le arrastras un poco más a la ruina contigo. Inútil. Inservible. No sé. Y en realidad... ¿Quien me echaría de verdad en falta si un día desapareciera? Tal vez los primeros meses, pero después acabaría en el olvido. Como siempre. Y claro, "Ana siempre estará bien", o eso diré.
Me fumo el último. Y el humo vuelve a huir de mi, desaparece, se esfuma, como mi alma. Como yo, poco a poco. Quiero irme. Desaparecer. Huir. Nada es capaz de hacer que vuelva a ser yo.
Huye, como el humo del último cigarro mientras lees unos versos de Pablo Neruda y recuerdas que tu vida ya no tiene sentido. Se acabó.
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