Y antes de seguir usando mas tecnicismos, por qué no decirte que me muero por morderte ese lunar que tienes justo ahí, en tu cuello. Por qué no decirte que si no es toda una vida contigo, no quiero vivir. Que si no es de ti, no escribo. Como coño hacerte ver que ya no quiero besos de otras bocas, porque ninguno llenaría este vacío que dejarías si te vas. Que lo que yo pretendo es despertarme un lunes por la mañana y tenerte al lado mía para poder abrazarte y que me des los buenos días. ¡Y tan buenos días!
Que lo que yo quiero es colgarme de tu cuello y bailar nuestra canción favorita, como si fuera la banda sonora de nuestras vidas. Ir al compás de la música y simplemente dejarnos llevar. Que sigas presentándote en mi portal y me pilles recién salida de la ducha. Despertarme y que me pilles fea, y que aún así susurres que soy la chica más guapa que has visto. Seguir creando momentos inolvidables a tu lado y que después de todo me sigas diciendo que no te vas a cansar jamás de mi, que lo darías todo por verme sonreír una vez mas.
Pero supongo que todo acaba guardado en un cajón, donde mágicamente se acaban perdiendo esas cosas de las que no te acuerdas. Y tal vez sea por eso, porque ya no crees en ellas. Como los ingenuos que no creen en hadas consiguiendo que desaparezcan. Nunca digas que no existen, ya lo decía Peter Pan. Que para poder volar necesitamos pensar cosas bonitas, y no hay algo mas bonito que tú, y es por eso que te pienso en noches como hoy. Quiero volar, pero esta vez no será al país de Nunca Jamás. Esta vez será al paraíso de tu cama, a admirar cómo duermes, observarte y darte ese beso en la frente con el que contestaras con una leve sonrisa mientras me abrazas.
Parece mentira como perdemos la ilusión y dejamos de creer a medida que crecemos. Porque tal vez creer que existen los Reyes Magos, Papa Noel o el ratoncito Pérez nos hiciera mucho más felices que saber que la verdad se ha convertido en un mundo dónde cada persona mira por sí mismo y no les importa pisotear a cualquier otro por llegar a la cima. Tal vez nos hiciera mas feliz esa ilusión de cuando éramos pequeños que la desilusión que nos creamos cada lunes. O martes. Trece.
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