No hay nada como poesía en un viaje mientras mis nervios me devoran por dentro, mientras que todo mi mundo interior está a la espera de ti. Como un café caliente, ardiente en labios. Como estos lunares de mi clavícula, de los que estarías dispuesto a colgarte sin pensarlo, sin saber si aguantarán el peso o es demasiado frágil.
Y qué te voy a decir, si lo que tienes que saber te lo dicen mis labios. A besos o a versos. Qué decirte que no te haya dicho ya, si mi cadera quiere quedarse a vivir junto a la tuya, si mis ojos ya no tienen estrella más brillante que mirar que no seas tú. Que mi piel ya no entiende de mordiscos, caricias ni besos de otro cuerpo que no sea el tuyo. Sólo pretende encadenarte a él. A mi cuerpo. Y que nunca te vayas.
Quédate, porque esta noche el frío no entra si estás tú. Porque podemos hacer de estas cuatro paredes nuestro paraíso personal, a nuestro gusto, decorado con tu risa y mi mirada. Con tus besos y mis mordiscos. Con ese 'para siempre' que, por una puta vez, es y será verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario