Retumbaba el pitido de desesperación mientras se me encogía
el pecho. Parecía que tenían mi corazón cogido tan fuerte de las arterias
principales que de un momento a otro saltaría en mil pedazos manchándolo todo
de sangre. No podía pensar en nada que no me quebrara por dentro. Ya era tarde,
la noche se me echaba encima y las cicatrices persistían. Sólo oía pequeños
golpes empujando, como si algo dentro de mí quisiera salir: las ganas de
echarlo todo a perder o morir por ti. No sentía nada más allá que el escozor de
una herida recién abierta y la respiración entrecortada mientras mi mente me
repetía una y otra vez que no iba a hacer nada bien, como si no le hubiesen
enseñado otras palabras.
Mi corazón ya lleva bastantes batallas perdidas y no sé si
podrá con una más. Ni si quiera sé si podré sobrevivir una noche sin ti, por
eso es que malgasto un folio en escribir sobre heridas de guerras, de golpes y
de caídas. Aunque prefiero morir esta noche, si eso implica que moriré por ti y
no seguiré viviendo en esta agonía donde ya no hay más tú, ni yo, ni nosotras.
Y que tire la primera piedra quién nunca ha muerto de amor, entendiendo el amor
como el dolor más puro y sincero que existe, incluso placentero, en una
madrugada que parece no acabar nunca y el sueño no te alcanza.
Se oye el silencio interno de las gotas que resbalan por las
mejillas y un grito desgarrador que se hace conmigo en cuanto cojo ese lápiz
otra vez y dibujo sobre el papel, aunque pocos entiendan esta metáfora. No
pretendo que me leas, ni que sientas pena por mí, tan sólo converso con el
verso de tu folio del que un día viéndote me enamoré y creí ver poesía, cuando
en realidad, veía a la chica más bonita del mundo. Así que gracias, por
sonreírme cuando todos huían de mis monstruos, por quererlos para que ninguno
de ellos llevasen tu nombre, y por ser fuerte por las dos, que eso ya sabes que
ha sido muchas veces. Y una vez más, me aferro a ese pitido infernal que todos
hemos oído tantas veces. Pero finalmente, me aferro a ti.
Y entonces escribí, escribí para no ahogarme.
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